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Acaso hallen algo interesante en él quienes mantienen un compromiso de vida con la justicia y con la belleza.

martes, 1 de noviembre de 2016

SER SETENTISTA ES UN ACTO DE NOSTALGIA, SER REVOLUCIONARIO SIEMPRE ES JOVEN











"Nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio" (Serrat)

La década que el kirchnerismo proclamó "ganada" instaló un relato desprovisto de bagaje subversivo sobre las luchas de los años 70. Dado que, como las finanzas, la memoria es un capital en disputa, los aires de cambio que soplan actualmente en Argentina retrotraen hasta al más pobre intento de revisionismo a una matriz de pensamiento explícitamente antisubversiva.

Pero... ¿qué estamos en condiciones de aportar al respecto los sobrevivientes no escarmentados de aquellas luchas, que no adherimos a la variante neo desarrollista ni a la neoliberal del capitalismo global?

Aunque much@s de sus pares lo consideren una herejía,  el autor de esta nota   considera fracasada (más que derrotada) aquella estrategia de acción directa. Porque lo segundo deja margen para conjeturar cómodamente - por ejemplo - que la correlación de fuerzas no favoreció a las organizaciones revolucionarias, pero lo primero da cuenta de algo más difícil de asimilar: El hecho de que nunca estuvo en el ánimo mayoritario de nuestro pueblo acompañar un enfrentamiento armado contra sus opresores. En caso de tener algún asidero, este planteo implica que en la región no fracasaron solamente los Montoneros o el ERP, sino el máximo exponente de la filosofía en cuestión, Comandante Ernesto "Che" Guevara.

Lo expresado hasta aquí no implica abjuración alguna de la experiencia armada - a la que por otra parte vastos sectores del campo popular avalaron sin reparos durante la larga lucha antidictatorial previa al retorno del General Perón -, sino aceptar de una vez por todas que ante el advenimiento de la última dictadura las mayorías replegaron prudentemente acentuando la exposición de los emergentes más radicalizados de aquella lucha.

Este planteo conduce a proponer una segunda herejía: La de aceptar que los revolucionarios de los 70s no fuimos otra cosa que un daño colateral - una basurita en el ojo de los genocidas -, ya que el verdadero target de la ofensiva reaccionaria fue fundamentalmente aquel sindicalismo antiburocrático puesto de manifiesto durante las jornadas de lucha de junio/julio de 1975 contra el Rodrigazo. Y cuestionarnos si  el saldo más grave de la postración nacional no es la fragmentación actual de un movimiento obrero que, pese a los embates sistemáticos del poder, aún no desborda a sus dirigencias imponiendo ese imprescindible cuan demorado Paro Nacional.

Ser consecuente con este pensamiento conduce ineludiblemente a revisar numerosos lugares comunes del ideario setentista, como por ejemplo la legendaria fuga del Penal de Rawson que antecedió a la Masacre de Trelew, e interrogarse - a la luz de esta perspectiva histórica - si la postura más atinada correspondió a l@s guerriller@s que intentaron escapar o a un sindicalista combativo como Agustín Tosco, que ante el ofrecimiento a ser de la partida adujo confiar en que la ofensiva de las masas populares lo rescataría a la brevedad de la prisión (como finalmente ocurrió en el Devotazo)

Acaso una de las máximas lecciones que el mentado fracaso deja a l@s luchadores/as del presente consiste en evitar por todos los medios caer en el sustitutivismo pequeño burgués de las grandes mayorías imponiendo su propio timing de clase a las luchas por venir, cuando este momento pareciera convocar al complejo desafío de ganar las calles para construir en unidad de acción una nueva hegemonía junto al actual sujeto social del cambio - que, con el trabajador asalariado, viene siendo el de la economía popular -, operación que habrá de cuajar cuando seamos capaces de gestar un Nuevo Proyecto Nacional.

El desafío ineludible de no analizar el presente
con matrices de pensamiento del pasado

El tránsito de un mundo bipolar a otro multipolar que viene signando al Siglo XXI condiciona a l@s revolucionari@s a analizar la realidad lejos del binarismo que  campeó durante las luchas del pasado, a los efectos de enfrentar un escenario que muestra a la más antigua guerrilla socialista de nuestro continente forzada a acordar la paz con un mandatario premiado por el gran capital, así como a una originalísima experiencia emancipatoria encabezada en Kurdistán por mujeres capaces de morir por la liberación de una Nación territorialmente dispersa.

La reconfiguración de las sociedades occidentales que otrora ejercieron disciplinamiento y hoy garantizan control enseña que la información se ha convertido en la molotov de la era de las redes sociales, como lo demuestran palmariamente los casos de Julián Assange y Edward Snowden, al punto de concluir que sin multimedios populares toda lucha social se diluye antes de capitalizar a las mayorías (como ocurrió el pasado 12 de diciembre al cabo de la convocatoria denominada Encuentro de los Pueblos, que llenó Plaza de Mayo autogestivamente con excluid@s sociales venidos de norte a sur del país... circunstancia que los monopolios mediáticos decidieron ignorar al punto de que la mayoría de l@s argentin@s desconozca si alguna vez tuvo lugar)

En consecuencia, urge revisar los presupuestos de una causa antisistémica demasiado anclada en la lucha de clases y bastante esquiva a dimensionar los dramáticos alcances de la crisis civilizatoria, disyuntiva tan bien expresada últimamente por una intelectual orgánica como Maristella Svampa: "En cuanto a la doble dinámica del capital (no sólo respecto de la contradicción capital-trabajo, sino de la relación capital-naturaleza), es claro que el gobierno actual empeora la relación de asimetría del trabajo frente al capital, fortaleciendo la opción por los mercados, y perjudicando así a distintas franjas de trabajadores de las clases medias y sobre todo, de trabajadores de los sectores populares. Al mismo tiempo, respecto de la relación capital-naturaleza se perciben continuidades, pues el nuevo oficialismo apuesta a profundizar la comoditización de la naturaleza por la vía de la expansión del extractivismo (agronegocios, megamineria, fracking, represas, urbanismo neoliberal), consolidando así la brecha socio-ambiental abierta durante el ciclo anterior". En esta fase de capitalismo global en la que el poder concentra por arriba y fragmenta por debajo, y cuyo nuevo estatuto de coloniaje viene siendo la conversión de los bienes comunes en mercancías, resulta harto difícil para el campo popular hallar la síntesis entre los presupuestos arriba descriptos.

El nuevo ADN de la Revolución

La trajinada "crisis terminal del sistema" ha venido demostrando que este aún goza de buena salud y gran capacidad de adaptación a los escenarios cambiantes de la historia, todo lo cual habilita a suponer que no será tan sencillo roer sus cimientos. El estado de conflictividad social (aún dispersa) que vivimos l@s argentin@s permite comprobar a diario - por ejemplo - que a buena parte de la masa crítica identificada con la "izquierda popular" le cuesta concebir al kirchnerismo como el mayor crédito nacional a la humanización del capital. Parece recomendable, en consecuencia, combatir el extremo sectarismo reinante construyendo espacios de confluencia porosos, y capaces de combinar lúcidamente la lucha callejera con la agitación vía redes sociales, así como - dada la balcanización del campo popular - no disputar poder en territorio enemigo antes de contar con una significativa y direccionada construcción de base.

Cierto es que ya se escuchan los cantos de sirena de un nuevo y tentador calendario electoral, y que en nuestra Odisea le viene costando mucho a Ulises eludir ese arrecife de la perdición. También que la cruda realidad de los niños humildes que ya no consumen leche, de los hogares trabajadores que han eliminado la cena, de los jóvenes institucionalizados porque una familia quebrada no los puede mantener, de las mujeres indigentes obligadas a compartir techo con su golpeador, y de la ya evidente cantidad de menesteros@s arrojad@s a dormir en calles o sucursales bancarias condiciona a barajar soluciones perentorias. Pero hoy más que nunca, para acumular poder popular, esa Revolución que no resignamos amerita el coraje de elegir la escalera en vez del ascensor de la historia. Quizá esa sea la principal enseñanza que en  2016  dejaron dos inclaudicables como "Cachito" Fukman y Raymundo Ongaro.-


JORGE FALCONE