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miércoles, 1 de julio de 2015

ENTREVISTA A JORGE FALCONE

MILITAR EN EL SIGLO XXI
por Lucas Vázquez


¿En este momento está militando en alguna causa o partido político? ¿Cuál?

Mi formación política se produjo en el peronismo. Hoy me siento un nacionalista revolucionario sin referencia orgánica y convencido de que en nuestro país y el mundo se torna imperioso construir una alternativa política ajena al capitalismo, que ha demostrado con creces el carácter infame de todas sus variantes. Por ende, me paro absolutamente por fuera de las reglas de juego con que el sistema imperante prorroga su vigencia. Y una de ellas es la estrategia demoliberal electoralista que domina la agenda actual de l@s argentin@s. En consecuencia, debo expresar que - de momento - mi intervención pública se limita a la producción autogestiva de bienes culturales destinados a enriquecer un debate de fondo en el campo popular.

¿Cómo ve a la juventud militante de esta época? Al seguir muy de cerca la militancia desde hace muchos años, ¿qué diferencia advierte entre la actual y la de los años 80 y 90?

Creo que la historia de nuestro país es pródiga en ejemplos del potencial heroico de su juventud. Sin remontarnos necesariamente a las guerras de independencia, en los años 70 se produjo una eclosión generacional que puso de manifiesto un enorme anhelo de transformación social, la recuperación del orden constitucional también dio cuenta de un vasto contingente de pibes que recurriendo a formas menos tradicionales de participación (como la defensa de los DDHH o el rock barrial) se afanó por consolidar el Estado de Derecho, y más recientemente - hacia la crisis del 2001 - a lo largo y ancho del país quedaron en el camino muchos chicos  peleando por una democracia directa que no se limitase a la burocrática gestión parlamentaria. De manera que siempre resulta auspicioso el protagonismo de los jóvenes. No obstante, la esmerada ingeniería represiva perpetrada por los genocidas entre 1976 y 1983 (no está de más recordar que a los militantes Pereira Rossi y Cambiasso los ejecutaron sumariamente el 14 de mayo de ese último año de dictadura) dejó como saldo - entre otras cosas - una significativa pérdida de pensamiento crítico y perspectivas estratégicas. Me atrevería a afirmar que la clave del posibilismo ideológico imperante consiste en no debatir el poder real. Es de esperar que al calor de las luchas en curso y por venir se vaya revirtiendo semejante carencia.

¿Por qué cree usted que hay partidos políticos como el Frente para la Victoria, que tienen militantes mucho más jóvenes que - por ejemplo - la Unión Cívica Radical?

Entiendo que el oficialismo ha sabido interpretar mejor que otras fuerzas aquel ultimátum del “Que se vayan todos”, ofreciéndole a los jóvenes un cauce de participación alimentado - a mi criterio, más desde el gesto que desde la acción consecuente - por el enarbolamiento de las más caras banderas de lucha de nuestro pueblo.

Esta  militancia que vemos hoy en día, ¿es el fruto de la militancia de los 70 y 80?

Toda experiencia de lucha es acumulativa, pese a que en algunos clivajes de la historia pueda descapitalizarse. Más de tres décadas de formalidad democrática contribuyen a que algunos debates imprescindibles, no siempre canalizados mediante los medios masivos, se estén llevando a cabo. Por ejemplo el que propone el neo ruralismo instando a revisar las concepciones setentistas de Reforma Agraria ya no sólo planteando desmonopolizar el acceso a la tierra sino cuestionando también el modelo productivo con que se la ha de trabajar, o el que impulsa el sindicalismo combativo reclamando paritarias sin techo, o el que demanda el guevarismo al F.I.T. instándolo a que se abra a la participación de otras fuerzas socialistas.

¿Qué lleva a los jóvenes a verse tan identificados con una figura o proyecto político a tal punto de dar su vida por ese proyecto y esas convicciones?

Afortunadamente la situación que atraviesa nuestro país, más que dar la vida, en todo caso reclama a los jóvenes invertirla en un proyecto que valga la pena. Lo demás consiste en una característica idiosincrática que está en el ADN de Nuestra América, y algunos analistas definen como “caudillismo”. Tan es así que experiencias de poder colegiado como la ensayada por el sandinismo en 1979 no echaron raíces profundas, al punto que uno de los más originales y promisorios procesos regionales contemporáneos, como la Revolución Popular Bolivariana, aún tampoco logró superar esa matriz de liderazgo unipersonal carismático, con las consecuencias que son de dominio público desde la dudosa muerte de su inspirador.

¿Qué críticas les haría a los jóvenes militantes y qué virtudes le encuentra a esta nueva generación?

Haber luchado y ser mayor no habilita a criticar a quien cree de buena fe en un proyecto. La última gran oleada militante de nuestro país - que no sólo se referencia en el oficialismo - exhibe una gran mística de cambio. Descuento que la lucha popular en cada frente que lo demande y un riguroso estudio de las ciencias sociales contribuirá a que vaya derribando falsos mitos y abrazando causas cada vez más genuinas e impostergables.

¿Cómo ve usted que niños de 14 o 12 años ya estén dentro del mundo de la militancia política?

Lo concibo como un progreso sumamente enriquecedor de la vida política y social. En condiciones de posibilidad, una criatura sobreestimulada por la vertiginosa innovación tecnológica que propone el Siglo XXI llega a esa edad con un nivel diferente de maduración que el que se adquiría en el pasado. Obviamente, no me refiero a una infancia tempranamente descerebrada por el hambre, lo cual supone otro tipo de consideraciones, como el impostergable desafío de reducir la enorme brecha entre incluidos y excluidos existente en el mundo atroz que nos toca vivir.

En una entrevista anterior, una militante de “La Cámpora” me habló de “adoctrinar a los niños para que sigan los valores de sus padres” ¿Está de acuerdo con esta idea de “adoctrinamiento”?

Supongo que dicha joven adheriría a la idea de que el kirchnerismo es la segunda oportunidad histórica que se le ofrece a la generación a la que pertenezco para materializar los sueños truncados con el golpe de 1976. No acuerdo con semejante falacia. A mi modesto entender, el kirchnerismo es el garante de la gobernabilidad que el capitalismo global precisa para administrar la Argentina sin mayores contratiempos. De ahí en más, cada uno debe hacerse cargo de cómo formar a sus hij@s menores de edad en un ideario decolonial y verdaderamente liberador, o en una cómoda prórroga de la genuflexión ante el poder.

¿Está de acuerdo con el término utilizado por algunos militantes que se definen como soldados de un proyecto o de un personaje en particular?

En un contexto ajeno a la rebelión colectiva, no veo ninguna necesidad de apelar a terminologías bélicas, sobre cuyo uso - por otra parte - nuestro pueblo ha demostrado carecer de todo prejuicio cada vez que se ha plantado y dicho “basta”.

La militancia es algo necesario para la política, pero ¿no cree usted que el fanatismo o la idolatría por los políticos le hacen mal a esta joven militancia, ya que no le deja ver los errores o no se permite hacer críticas a estos personajes?

Establezco una nítida diferencia entre fanatismo (que, si fuera especialista en la materia, acaso podría atribuirle a la milicia ISIS o al grupo integrista Boko Haram) y pasión (sentimiento más propio de las militancias populares de nuestras latitudes)


Y ya me he expedido antes respecto a la preocupante escasez de pensamiento crítico en esta era de miseria de las ideas, donde ante espejismos efímeros que  proponen humanizar el capitalismo - como “Podemos” en España o “Syriza” en Grecia -, uno de los pocos fenómenos político-sociales digno de atención parecería ser el que vienen protagonizando las mujeres kurdas.- 

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