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domingo, 1 de febrero de 2015

Un tiro de gracia a la vida comunitaria

LA ARQUITECTURA DE LA EXCLUSIÓN 
Y EL PÁNICO SOCIAL


El barrio tradicional como espacio de construcción comunitaria


Modelo de vivienda que está proliferando en el otrora barrio familiar de Savoia
(City Bell, La Plata) donde reside el autor de esta nota.

Entre las consecuencias de la matriz productiva agroexportadora y extractivista vigente, generadora de un  proceso de acumulación por desposesión en favor de las corporaciones multinacionales, se cuenta el círculo vicioso consistente en la creciente expansión de una frontera agropecuaria que va desalojando campesinos pobres y pueblos originarios hacia los cordones urbanos y suburbanos, con el inevitable saldo de un notable deterioro de las condiciones de vida, ya que al flagelo del desarraigo y la precarización laboral se suma el boom de un negocio inmobiliario que medra con la desesperación de amplias franjas de población privadas de acceso a una vivienda digna. En semejante escenario, el shopping y el country se erigen como sórdidos emblemas arquitectónicos de un modelo de exclusión social cuyos feudos parecen estar trasladándose a muchos barrios otrora familiares, en los que el saludable hábito de compartir un mate con los vecinos o ver jugar a los niños con sus mascotas se está viendo amenazado por la proliferación de verdaderos búnkers de hormigón absolutamente “protegidos” del entorno social. Allí se está guareciendo un vasto contingente de profesionales exitosos harto de polución y ávido de espacios verdes, que nunca se cruza con el vecindario en el almacén o mercado local, sale a trabajar en sus cuatro por cuatro de vidrios polarizados, y retorna al hogar exclusivamente al fin de la jornada, convirtiendo paulatinamente en dormitorio lo que otrora fuera activa vida comunitaria.

Para  Oriel y Santi,
los niños que juegan en mi cuadra.

Feudos Siglo XXI

No resultará nuevo para lectores de este blog que su administrador toma a Pasolini como referente máximo de intelectual crítico e insobornable. En medio de su prolífica actividad, el polígrafo boloñés protagonizó un corto de 15’ dirigido por Paul Brunatto y emitido por RAI TV el 7 de febrero de 1974 bajo el título de “Pasolini y la forma de la ciudad”, en el que - haciendo hincapié en la paulatina “modernización” de una pequeña ciudad arcaica - denuncia como “irreparable y catastrófica” la expansión de la planificación urbana occidental sobre el Tercer Mundo. En el afán de actualizar aquella preocupación, y haciéndonos eco del refrán que afirma “pinta tu aldea y pintarás el mundo”, de nuestro entorno inmediato trata esta nota.

La Planificación urbana como disciplina de planeamiento de los asentamientos humanos, se sistematiza con posterioridad a la Segunda Guerra Mundial, a raíz de los devastadores efectos de dicho conflicto bélico en las ciudades europeas. Previamente, el diseño y planeamiento de la ciudad se realizó en bases a criterios básicos que atendían a elementos de índole geográfica vinculados a los centros de poder.

A partir del principio de la zonificación, elaborado en los Congresos Internacionales de Arquitectura Moderna (CIAM) realizados en Atenas y en Venecia entre los años 1930 y 1960, existe una estrecha relación entre los conceptos de planeamiento urbano y exclusión. La zonificación establece un determinado lugar para cada actividad humana. De tal modo, la ciudad se segmenta en zonas establecidas apriorísticamente según criterios habitacionales, laborales, recreativos y circulatorios, siguiendo un concepto depositario de las teorías funcionalistas y estructuralistas que  dieron forma al urbanismo moderno. La zonificación se ha incorporado en todos los planes generales de Latinoamérica,  generando  la segregación y segmentación de amplios espacios de la ciudad y creando zonas legales de exclusión que provocan la desintegración del tejido social en los principales conglomerados urbanos de nuestro continente.

En paralelo con esta exclusión legal se verifica: a) La exclusión inherente al modelo neoliberal que predomina en la base de la planificación urbana, b) la exclusión del espacio público originada en las políticas municipales, y c) la exclusión territorial realizada desde los medios de comunicación con el aval de las autoridades de turno que procuran preservar a los sectores acomodados manteniéndolos “alejados” o “a salvo” de los barrios o sectores llamados marginales.

Estas exclusiones se superponen en la institucionalidad urbana de los países del continente y se hallan socializadas entre una ciudadanía que consiente tales diferencias y las entiende, a raíz del modelo neoliberal que asigna usos de suelos y destina zonas según actividad e ingresos. De tal modo, en cada ciudad latinoamericana se verifican fragmentaciones importantes en el nivel formal e informal.

En la urbe legal la zonificación se traduce en la implementación de Planes Reguladores con exclusividad residencial y amplias zonas dispuestas para áreas verdes - zonas de condominios aislados de la ciudad - que incluyen todo tipo de comodidades (algo así como ciudadelas autárquicas), teniendo su contraparte en normativas de zonas mixtas compartidas con zonas de industria “inofensiva” e incluso de servicios públicos. La proximidad en la planificación legal de los barrios considerados precarios o peligrosos, con las zonas dispuestas por el plan para la instalación de industrias contaminantes constituye una preocupante realidad. Hay un siniestro correlato entre el modelo económico y el plan descripto, y viceversa.

Tanto el gobierno nacional como los municipales toman este modelo y así localizan sus políticas asistenciales dirigidas a los sectores de riesgo. De esta forma, crece una ciudad para los pobres, con materiales más baratos, construcciones de baja calidad, un precario diseño de los espacios públicos, deficiente red vial, cercanía a zonas aluvionales - o directamente en zonas aluvionales -  o que corresponden al lecho de algún caudal. Se construye pues una ciudad en riesgo, cuya rentabilidad política asegura una constante inversión en políticas asistenciales y  de legitimación de discursos paternalistas: El establishment político administrativo crea su propio laboratorio de necesidades a resolver. 

Los medios de comunicación construyen su discurso comunicacional en sintonía. En los barrios humildes la policía escasea, abundan los delincuentes, se consume droga y la juventud se degrada.

Simultáneamente, el paradigma de la integración transaccional que sitúa al mercado como el mayor referente asignador de integración y vinculación entre los individuos consumidores, legitima desde la base este diseño urbano. 

El sayo de ser pobres 

El señalamiento de zonas de la ciudad como de alta peligrosidad responde sin duda a una conjunción de elementos entre los cuales los ya mencionados - el Plan y el sistema económico excluyente - son fundamentales.

No obstante, en las últimas décadas a partir del influjo mediático y segregacionista de lo que se ha entendido como doctrina de seguridad ciudadana, se ha venido empleando el diseño urbano como estrategia de prevención. A ello se suma el creciente énfasis en otorgar planes populares de vivienda, lo cual ha disminuido parcialmente el problema de los sectores más postergados,  pero como contraparte ha generado un nuevo problema, el del estigma, ya que los mismos se caracterizan por ser bloques habitacionales idénticos, baratos, en franjas desestimadas de las ciudades, facilitando su clasificación, identificación  y la consecuente vigilancia de sus moradores.

La cobertura periodística, a la vez, funciona como un termómetro que puede comprobarse cotidianamente en los noticieros de mayor rating, convirtiendo a los informadores en referentes de opinión propensos a un tratamiento criminalizador del tema.

Este fenómeno de exclusión sustentado en el diseño y la planificación urbana últimamente se ha venido masificado, y el shopping es uno de los símbolos más evidentes de tal segmentación.  Como ironiza George A. Romero en su filme “Tierra de los muertos” (2005), últimamente se han ido creando espacios defendibles y amurallados. En consecuencia, el concepto de exclusión comunicacional/transaccional toma cuerpo transformando estos sitios en  catedrales de una nueva y rentable religión.

El shopping como centro del sistema solar del consumo

Erigir un shopping demanda un amplio espacio urbano, cuatro o cinco manzanas completas en las cuales se destruye todo vestigio de vida pasada. Exige pues un predio yermo, sin árboles, parques o construcción alguna. Tal edificación albergará comercios, megamercados,  patios de comidas, restaurantes, librerías, galerías de arte, e incluso servicios públicos. A ello se sumarán estacionamientos y vías de acceso. Cuantiosas inversiones que hoy conforman las nuevas plazas de recreo ciudadano. Esta especial forma de revaloración de los espacios urbanos tiende a la marginación, y a un sin número de relaciones que resultan aparentemente paradójicas, como  integración - exclusión, expansión - dispersión, espacios públicos - privatización, penetración y fragmentación.

Estos lugares se han transformado en el nuevo “punto de encuentro” en las ciudades de hoy. Ahí reside la utopía del consumo. Abundancia, limpieza, orden deseado, en contraposición al caos relativo que predomina en la ciudad olvidada. Quienes no pueden permanecer en este juego de intercambios, constituyen un sector que va quedando rezagado, desprovisto de las habilidades para competir en forma adecuada. La ciudad moderna, por ende, se erige de espaldas a los excluidos.  

Desde una perspectiva popular, y al efecto de complementar tareas de prevención del delito con las de diseño urbano, se debería desvincularlas de los vaivenes del mercado, al cual se ha entregado tácitamente el quehacer descripto. Por lo general, la ciudad  cuenta entre sus instrumentos legales de planificación, ordenación y diseño urbano con herramientas adecuadas para la obtención de la integración social, antes que la exclusión. A ese respecto, ilumina bastante la opinión de la Licenciada Yolanda Ortiz, una tucumana con inclinaciones sociales a quien el General Perón en octubre de 1973 designó al frente de una flamante Secretaría de Recursos Naturales y Ambiente Humano dependiente del Ministerio de Economía, por entonces a cargo del trágicamente desaparecido José Ber Gelbard: “Nosotros empezamos a trabajar en lo interdisciplinario teniendo en cuenta el paisaje urbano pero también pensando qué mutaciones sufriría el campo, la migración de las poblaciones a las grandes ciudades. Creamos el Consejo Federal del Medio Ambiente (COFEMA), órgano donde participaban todas las provincias, y pensábamos diseñar desde allí la política nacional”. Un verdadero ejercicio de soberanía popular debería corregir las orientaciones actuales del desarrollo urbanístico en la mayor parte de Sudamérica, si debemos tomar por cierto que nuestro continente vive la hora de los postergados de la Historia.-

JORGE FALCONE