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Acaso hallen algo interesante en él quienes mantienen un compromiso de vida con la justicia y con la belleza.

domingo, 1 de junio de 2014

AUTOENTREVISTA SALVAJE A JORGE FALCONE



“LA HUMILDAD FRANCISCANA DE MI CINE ES PRODUCTO DE SU IRREFRENABLE DESEO DE EXISTIR”

Sepa disculpar el/la asidu@ visitante de este blog este atrevimiento - más digno del actor Fernando Peña que de un servidor - consistente en ordenar algunas ideas desdoblando mi personalidad entre la más sensata (en el rol de entrevistador) y la más desquiciada (en el de entrevistado), sin ánimo alguno de autopromoción y sólo con el urgente propósito de brindarle algo de racionalidad a una vida desaforada y frecuentemente tan difícil de entender como de explicar. En la era de las “selfies” pues, aquí va la mía…


PAGO CHICO, PATRIA GRANDE: Mi tío Pepe ante su escultura en tributo de José Martí (Paysandú, Uruguay)

¿CUÁL ES EL MOTIVO PARA QUE UN CONOCIDO MILITANTE POLÍTICO HAYA OPTADO POR CANALIZAR A TRAVÉS DEL CINE SU VOCACIÓN DE INTERVENIR EN LA REALIDAD DEL PAÍS?

Acaso el no haber afrontado un compromiso político moderado sino apostando oportunamente a todo o nada, y haberme tomado el tiempo suficiente para meditar sobre los resultados de aquella apuesta. Ocurre que los nacidos en el Siglo XX venimos de otro mundo. Uno bipolar, con largas siestas y una única señal de TV, estatal y en blanco y negro. Crecimos pues con la noción algo aldeana de vivir en un entorno abarcable y capaz de admitir respuestas totalizadoras. A su vez muchos tuvimos una suerte de padre o tutor político al que alguna vez consideramos infalible, delegándole la responsabilidad de abrirnos una brecha en la Historia. Al cabo aprendimos dolorosamente que cada pueblo - como cada individuo -  debe tomar las riendas de su propio destino. El mundo de hoy es muy otro. Multipolar, vertiginoso y despoblado de certezas. Muchos hemos intentado con distinta suerte replantear nuestras respectivas militancias adaptándolas a dicho escenario. Puede que aún debamos seguir estudiando las complejidades del presente que nos toca, más volátil que el que nos formó. En algunos casos hemos sucumbido ante tanta fragmentación y anomia social, y acaso tenido la humildad de no pretender incidir en forma directa sobre espacios que las nuevas generaciones comprenden mejor que nosotros, optando – como en mi caso – por “embotellar manuscritos” en forma de poemas, ensayos, o filmes, para arrojarlos al océano del futuro, posibilitando así que ciertos legados perduren y se reinterpreten.

Provengo de un hogar profundamente humanista. Crecí rodeado de lectores y gente que narraba historias, frecuentando una biblioteca familiar nutrida por varias generaciones, que cubría dos paredes y que acabo de donar a la Biblioteca Nacional. También me tocó en suerte un período de la historia contemporánea tan estimulante como la década del 60, sobre el cual no me explayaré dado el profuso análisis del que viene siendo objeto en los últimos tiempos. Todo ello alimentó en mí una imaginería tan exuberante como insumisa. Probablemente el milagro que catalizó mi vocación creativa haya sido que me llevaron al cine muy temprano. Ahora me resulta imposible reeditar las impresiones primigenias que hubo de causarme enfrentar en plena oscuridad una pantalla enorme en la que no habría de cobrar vida precisamente un actor de carne y hueso sino un enanito dibujado. Aquello fue amor a primera vista. Creo que durante el colegio secundario dediqué más tiempo a escaparme del aula para estudiar cine en forma autodidáctica del que invertí en las materias del bachillerato cursado en mi bienamada Escuela Superior de Bellas Artes platense. El resto fue imitar precariamente a Hollywood con una cámara Súper 8, y comprender más adelante a duras penas que la realidad también es dramatizable. Creo que por eso hago cine, y particularmente documental, guardando lealtad a la definición del maestro John Grierson, que caracterizara tal quehacer como “tratamiento creativo de la realidad”. Me apasiona a cuánto habilita la segunda palabra de esa idea.

Desde que descubrí la capacidad multiplicadora de dicha herramienta produzco contenidos audiovisuales autogestivos sin fines de lucro, destinados a promover debates que no abundan en las agendas militantes.


ESPERANDO A SANDINO: En un alto del rodaje, frente a una prisión somocista convertida en museo de la Revolución (León, Nicaragua)

¿QUÉ SIGNIFICA EL CINE EN SU VIDA?

Casi todo. Creo más en el cine que en la propia existencia. Pero no es muy original expresar eso. Al día siguiente de la primera exhibición pública del Cinematógrafo Lumiere, el Diario Le Post publicó en primera plana que el flamante descubrimiento permitía el “prolongamiento de la vida en una pantalla”, idea que alguna vez retomó el mejicano Arturo Ripstein en su filme “El Evangelio de las Maravillas”, sugiriendo que el cine construye una cierta metáfora de la inmortalidad.

En mí se dan cita dos factores que potencian este punto de vista: Haber sobrevivido a un genocidio y sentir un incontenible deseo de dar testimonio. Acaso esa sea la causa última por la que soy tan fóbico al tramiterío burocrático en pos de préstamos o subsidios, o al tráfico de influencias. Ya que el cine es mi herramienta para la búsqueda de cierta verdad. Sin esa catarsis me marchito, no estoy dispuesto a que nadie ajeno a mí le imponga tema, formato, o plazo a mis películas.




EN BANDA: Con la primera formación de Bersuit Vergarabat en la casa que por entonces alquilaba Juan Subirá

¿PORQUÉ LO EJERCE DE MANERA TAN MARGINAL?

Eso es consecuencia de lo anterior. Todos mis filmes son fruto de alguna compulsión. Pago chico, Patria grande nació de una profunda crisis de identidad que me condujo a buscar en la vecina orilla del Plata las raíces familiares a través de la figura de mi abuelo paterno viñatero, la personalidad masculina que más me influyó en la vida. Esperando a Sandino (http://www.dailymotion.com/video/xkn81x_esperando-a-sandino_news) es producto de un impulso semejante, que en este caso me llevó a la tierra adoptada por la hermana menor de mi madre, que casualmente es la de uno de los revolucionarios más integrales de Nuestra América, el General Augusto César Sandino, hijo bastardo de un terrateniente, indio, campesino, obrero, cuyo legado cuenta, entre otros, con el mérito indeleble de haber desalojado a tiros a los marines yanquis de nuestro continente durante la segunda década del Siglo XX: En sintonía con los consejos de Simón Rodríguez, el maestro de Bolívar, este patriota nicaragüense trazó un camino emancipatorio absolutamente original y prescindente de cualquier doctrina pre elaborada. Ese es uno de los rasgos con los que más me identifico. En banda (https://www.youtube.com/watch?v=WR_iesO5n7Q) encarnó la impostergable decisión de interiorizarme sobre el mundo de mis hij@s, que durante la década neoliberal encontraron su máxima referencia ética en el rock barrial. El Hereje (http://vimeo.com/16965130) nace de una experiencia audiovisual que me supo a poco, realizada durante la segunda mitad de los 80s a instancias de mi maestro Gerardo Vallejo, y mediante la cual tomé contacto con uno de los pensadores populares vivos más originales con que cuenta la Argentina, el sicólogo social Alfredo Moffatt. Poco después caería en mis manos un artículo del gran filósofo americanista Rodolfo Kusch, que me abriría las puertas a la comprensión de una América Profunda, experiencia que también me dejaría prendado por el deseo de profundizar en su pensamiento, lo cual en buena medida se concretó a través del documental Hombre bebiendo luz (http://www.dailymotion.com/video/xup98y_poner-el-pie-en-la-huella-del-diablo_tech), acaso el trabajo más oportuno que realicé, a juzgar por la sostenida demanda que recibe de parte de los movimientos sociales de mi país. A continuación, bastó con enterarme del reclamo de reapertura del Caso Pasolini, oportunamente caratulado como asesinato producto de una riña entre homosexuales, para sumar mi granito de arena al redimensionamiento de este gran poeta y cineasta boloñés. Poco a poco, junto a los dos filmes anteriores se fue configurando un combo basado en la originalidad y audacia de ciertas ideas contemporáneas: La de quien, en plena época de reivindicación de los detenidos-desaparecidos en la década del 70 aboga por los “desaparecidos sociales” que genera el modelo de exclusión vigente; la de quien confrontó al “ser” cartesiano con el “estar-siendo” de nuestros pueblos originarios; y la de quien, producto de su infatigable consecuencia, llevó hasta las últimas consecuencias la conjunción entre ética y estética, convirtiendo su propia vida en una obra de arte. Todo ello compone mi Trilogía de los herejes. Si me hubiera dedicado a mendigar recursos para llevarla a cabo acaso no me hubiera alcanzado el tiempo biológico para concretarla. La humildad franciscana de mi cine es producto de su irrefrenable deseo de existir.


EN BANDA: Estreno en el auditorio de la Universidad Nacional de Quilmes con La QK del Quía tocando en vivo

¿CONSIGUE SOCIOS QUE SE SUMEN A ESA AVENTURA SIN COBRAR?

Sorprendentemente, si. Modestia aparte, creo que una clave puede ser el hecho de que les resulto un sujeto confiable. Hace poco me reuní con un talentoso ex estudiante colombiano de mi cátedra de introducción al cine documental, que actualmente se especializa en Europa y que se ha ofrecido de buen grado para hacer la Dirección de Fotografía de mi próximo documental. En dicha ocasión, y conmovido por su despliegue de generosidad, no resistí la tentación de preguntarle porqué estaba dispuesto a colaborar desinteresadamente con mi proyecto. Y su respuesta no dejó lugar a dudas: “Porque me parece muy honesto”. Estoy convencido de que el máximo galardón para un maestro es ser testigo de cómo lo supera su discípulo. Eso está sucediendo en este caso. Cada vez que nuestro empeño se topa con algún obstáculo, Roberto Niño Betancourt – acaso desde una cinefilia compartida – me junta los pedazos soltando frases tales como “si Herzog pudo terminar Fitzcarraldo, no veo por qué no podemos nosotros sacar esta”.

Llevo cinco largometrajes realizados sin pagarle un centavo a ningún colaborador, salvo en el ineludible caso de la post producción. Pero debo aclarar que no profeso una filosofía que propenda a la gratuidad de tales servicios, ni mucho menos me anima la intención de bastardear la condición de trabajadores de la cultura que ostentan mis colaboradores. Sólo ocurre que estos se han visto oportunamente consustanciados con mi tozuda voluntad de hacer cine contra viento y marea, o como dice de su propia labor Alfredo Moffatt, “sin plata y sin permiso”. Siempre los retribuyo simbólicamente con unas cuántas copias del filme que compartimos, habilitándolos a manejarlo como dispongan; y – obviamente – nunca dejo de cubrirles traslado y comidas, así como hospedaje cuando se trata de filmar en una locación distante. En muchos casos he recurrido a músicos y artistas plásticos con quienes comparto una militancia cultural, en consecuencia están contestes de que mi producción cinematográfica no persigue afán de lucro sino de problematización de cuestiones que interesan a la comunidad. Por supuesto que respeto en sumo grado la decisión de colegas que prefieren avenirse a los plazos y las mediaciones del INCAA pagando como corresponde a sus respectivos equipos a la hora de acometer honestamente un filme previsto para su difusión en el circuito comercial.


EL HEREJE: Grabando en el dormitorio - estudio de Alfredo Moffatt con Guadalupe Haedo

PRODUCIENDO DE MANERA TAN TEMERARIA (AL PUNTO DE PRESCINDIR DE CIERTAS INNOVACIONES TECNOLÓGICAS, PROPONER UN RITMO EXPOSITIVO PASIBLE DE RESULTAR ALGO MOROSO ANTE LAS NUEVAS GENERACIONES HIJAS Y NIETAS DEL ZAPPING, Y BUSCAR CIRCUITOS DE EXHIBICIÓN NO CONVENCIONALES), ¿NUNCA SE HA SENTIDO COMO UN “LOBO ESTEPARIO” DEL SÉPTIMO ARTE?

Definitivamente. No abundan realizadores tan obsesivamente independientes.  

En cuanto a la innovación tecnológica diré que me preocupo bastante por aggiornar estándares de rodaje. Así fue como pasé de utilizar una video filmadora S - VHS a otra digital, y ahora me avengo a rodar en HD. Pero no me obsesiona para nada contar con el último y más sofisticado recurso que haya salido al mercado. Lo mío es contar historias. Y desde la Poética de Aristóteles hasta nuestros días estas suelen atenerse a una presentación, una confrontación, y una resolución.

Tampoco me desvela asimilarme a las nuevas tendencias expositivas que editan cualquier entrevista haciendo auto zapping para seducir a nuevas generaciones con escaso poder de concentración. Me queda claro que el presente impone una lectura veloz, y que un timming que respete la construcción del pensamiento del entrevistado hoy no está muy bien visto. Pero en ese caso, entre el entrevistado y la moda, prefiero respetar al entrevistado. Escuchar al otro me resulta como un ritual sagrado. A menudo el entrevistado produce discursivamente su propio documental: El jefe montonero Eduardo Pereira Rossi corrige constantemente al camarógrafo Andrés Silvart, mientras este lo entrevista en París durante 1982 - poco antes de caer asesinado en Argentina -, señalándole que no está dispuesto a escindir su toma de conciencia política individual de la que va experimentando el pueblo en lucha. En el docudrama “Homo Viator”, la hija del escritor detenido-desaparecido Haroldo Conti en todo momento habla de su padre en tiempo presente. En mi película “Hombre bebiendo luz”, el amauta Osvaldo Maidana - maestro de origen omaguaca-atacamense - va descartando durante su alocución los vocablos de origen occidental que no representan la cosmovisión de su comunidad. Interferir ese proceso mediante la edición me parece un sacrilegio.

Respecto de los circuitos de exhibición, estoy convencido de que el pensamiento al uso en nuestra sociedad es el de la llamada clase media. Salvo honrosas excepciones, incluso el llamado Nuevo Cine Argentino es un cine de clase media para la clase media. No sólo por la extracción social de sus autores - origen que en todo caso comparto -, sino por las problemáticas que generalmente aborda. También contribuye el alto condicionamiento en materia de poder adquisitivo que hoy impone al bolsillo del gran público el circuito comercial de exhibición. De algún modo mis películas van en busca de sus destinatarios en un aula de la Carrera de Imagen y Sonido de la FADU, en el Auditorio “Eva Perón” de ATE, en el Auditorio de la UNQui, en la Escuela de Cine de Santa Fe, en el Centro Cultural Héctor Tizón de Jujuy, y lugares por el estilo. Sólo he admitido cobrar una entrada económica cuando he logrado acceder al circuito INCAA, caso en el que he destinado la recaudación a algún servicio social sobre el que he trabajado o bien a amortizar parte de mi inversión.

Ese esquema de trabajo hace que mis películas - al no tener una productora solvente detrás y estar financiadas prácticamente por mi salario de docente, al que siempre se suma el generoso aporte de especialistas en los distintos campos de la actividad - sean apenas la maqueta de lo que en mejores condiciones podría llegar a ser un buen filme. Pero dejo constancia que, pese a todas las limitaciones consignadas, me afano por dotarlas del máximo nivel de dignidad posible.

Humildemente, me considero tributario del Nuevo Cine Latinoamericano, corriente que produjera manifiestos estético-políticos capaces de echar luz sobre mis presupuestos de trabajo, como “Por un cine imperfecto” (http://fido.palermo.edu/servicios_dyc/blog/images/trabajos/6923_22214.pdf) del cubano Julio García Espinosa, “La estética del hambre” (http://70.32.114.117/gsdl/collect/revista/index/assoc/HASH0655/a0523bfd.dir/r41_14nota.pdf) del brasileño Glauber Rocha, o “Hacia un Tercer Cine” (http://www.rua.ufscar.br/site/?p=3055) de los compatriotas Solanas y Getino. Conocí muchas de sus producciones durante mi adolescencia, en las mágicas veladas a cielo abierto del Teatro “Martín Fierro”, ubicado sobre el lago del Paseo del Bosque platense. Algunas verdaderamente emblemáticas, como “Sangre de cóndor” del boliviano Jorge Sanjinés, “El chacal de Nahueltoro” del chileno Miguel Littin, o “Dios y el diablo en la tierra del sol” otra vez de Glauber Rocha, ese maestro que nos enseñó que “para hacer cine basta con una idea y una cámara”. En 1986, con motivo de la inauguración de la Escuela de Cine de Tres Mundos en San Antonio de los Baños (Cuba), tuve la oportunidad y el honor de conocer personalmente a la mayoría de esos referentes, cuya obra dejó una marca indeleble sobre mí, y con algunos de los cuales trabé una imperecedera amistad.


EL HEREJE: Parte del equipo dialogando con el público al cabo de su estreno en el ArtePlex de Constitución

FILMAR EN EL ALTIPLANO CON ESCASOS RECURSOS SUENA UN TANTO ARRIESGADO, ¿CÓMO SE LAS ARREGLA PARA LLEVAR SEMEJANTE ESQUEMA DE PRODUCCIÓN HACIA EUROPA?

Me tiene aterrorizado y sin pegar un ojo. Estoy convencido de que tal empresa, con la austeridad con que la concibo, es un despropósito. Pero está despertando tamaño entusiasmo en mi círculo de colaboradores inmediatos que ya se ha constituido en una patriada irreversible, circunstancia que me brinda la invalorable posibilidad de poner en acto un antiguo deseo: El de estar a la altura de uno de mis máximos referentes éticos y estéticos, como lo es Pier Paolo Pasolini. Siempre he recurrido a determinados emergentes socioculturales al efecto de - a la vez que rescatar su legado - expresar a partir de su talento alguna idea-fuerza que me obsesiona. Ocurrió con Moffatt y la degradación de la condición humana, con Kusch y la imperiosa necesidad de un pensamiento situado, y debo confesar que acaso el de Pasolini sea el ejemplo más autorreferencial, ya que - a distancia sideral de semejante intelectual - también practico el ensayo, la poesía, el cine, y - cuando la circunstancia es propicia - la militancia social, sintiendo frecuentemente, como a él le ocurría en su época, una enorme dificultad para encajar en el molde que asigna a tales disciplinas la sociedad de la que formo parte. Por ende, El Profeta (https://www.facebook.com/pages/El-Profeta-Un-documental-de-Jorge-Falcone/1418665248384894) viene configurándose a la vez que como tributo a un legado intelectual altamente subversivo y vigente, como reivindicación del salvataje que ha venido ejerciendo el arte en general y el cine en particular en mi vida, permitiéndome - a la par del amor cierto - sentir mientras lo practico que acaso exista una felicidad posible, y que no todo consista en el horror.

Según Sergio Citti, asistente de dirección de Pier Paolo Pasolini, durante el rodaje de “El Decamerón”, el malogrado realizador seguía cámara en mano por detrás al actor Franco Citti, cuando de pronto se le terminó el rollo de película. Tonino delli Colli, su director de fotografía, le avisó “señor director, se quedó sin película”, a lo que aquel respondió - extasiado - “no importa, no interrumpamos este momento”. Yo me identifico plenamente con dicha actitud.


HOMBRE BEBIENDO LUZ: A punto de grabar al minero Ángel Colque, camino a Cochinoca (Jujuy)

¿CUÁL ES EL PROPÓSITO ÚLTIMO DE SU PRODUCCIÓN?

Acaso, como lo hemos venido expresando desde el Movimiento de Documentalistas, dejar la huella de mi mano sobre la pared de la caverna.

A riesgo de que suene petulante, advierto que la media del pensamiento actual, al menos en la latitud que me ha tocado en suerte, resuma mediocridad y falta de audacia. Aunque parezca un tanto pretencioso, aspiro a que alguno de mis modestos aportes funcione como una suerte de pedrada en la vidriera de este presente que percibo tan gris.


HOMBRE BEBIENDO LUZ: Pre estreno en el cine El Cairo de Rosario, con el amauta Alejandro Gallegos Quispe

¿CUANTO DE LO QUE SE PROPUSO HA VENIDO LOGRANDO?

En general, y sobre todo desde que huí de la cárcel del “derecho de autor”, siento que mis productos circulan y son satisfactoriamente apropiados. Dicha circunstancia siempre me ha remitido a una estrofa de José Larralde: “Abro la boca y brota el sonido, y a veces otro perro ladra conmigo”.

Conservo la peregrina ilusión de que cuando me toque “cruzar el abra” y transite hacia otra forma de existencia, mis hij@s revean aunque más no sea mi “Trilogía de los Herejes” y consigan decirse “ahá: esto es lo que papá vino a decir al mundo”.-