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viernes, 1 de noviembre de 2013

¿Cuál será el futuro manejo de la información televisiva, ahora que contamos con una nueva Ley de Medios Audiovisuales?



LA DISRUPTIVA IRRUPCIÓN DE EL OTRO 
EN LOS NOTICIEROS ARGENTINOS
















 “algo monstruoso anida en lo real, empezando por su carácter incontrolable”

Jean Breschand, “El Documental. La otra cara del cine”. Editorial Paidós.

Durante el mes de octubre la opinión pública argentina se vio conmocionada por un nuevo femicidio de los tantos que viene acumulando la crónica roja nacional, revelando esta vez la intrincada trama de un complot destinado a vengarse de ciertas personas que en el pasado reciente habrían complicado la suerte del principal sospechoso: Araceli Ramos, la joven de 19 años que desapareció cuando iba a una supuesta entrevista de trabajo en un domicilio deshabitado en la localidad bonaerense de Caseros fue filmada incriminando a terceros por el crimen que finalmente padeció. Tan macabra circunstancia habilitó la aparición mediática de otra madre desgarrada por el dolor. Esta vez lo novedoso no fue otra herida abierta en nuestro cuerpo social, sino una voz bitonal, estridente… y portadora de verdades incómodas, que vino a resquebrajar el tono monocorde con que los noticieros informan tanto sobre una catástrofe natural como sobre el lanzamiento de la moda primavera-verano.

Origen positivista del arte de documentar

Seguramente los hermanos Lumiére, registrando el arribo del tren a la estación de La Ciotat durante el último quinquenio del siglo XIX, ignoraban que aquella toma efectuada sin previo aviso a los viajantes que habría de inmortalizar estaba sentando las bases de lo que más de veinte años después el sociólogo escocés John Grierson llamaría documental. Si bien esa mirada cinematográfica contemporánea de las ciencias sociales - surgida como estas en los países centrales, con una impronta de superioridad colonial - tuvo antecedentes en el Diario de Viaje, acredita en su haber inmediatamente posterior a la primer exhibición de imágenes cinéticas el reclutamiento de los primeros corresponsales de misceláneas diversas que, compiladas en una misma función, a la larga terminarían por convertirse en protonoticieros de actualidades.

Evolución histórica de la mirada documental

En efecto, el filme que se considera piedra basal del documentalismo, “Nanook El Esquimal”, rodado en el Ártico durante 1922 por el norteamericano Robert Flaherty, resuma una mirada de superioridad por parte del realizador blanco, urbano y universitario, sobre el “buen salvaje” a civilizar.

Entre las dos grandes contiendas bélicas del siglo pasado, más claramente hacia el estrepitoso derrumbe moral de la humanidad al comprobarse en Hiroshima y Nagasaki que la innovación tecnológica no sólo conduce al progreso, con el corresponsal de guerra emerge una visión más empática con el prójimo que sufre, instaurando para siempre el dilema ético irresuelto acerca de abandonar la cámara ante el sufrimiento de un congénere o seguir documentándolo como dura lección de lo que no debería repetirse nunca más. Ya en 1937, durante el rodaje de “Tierra de España”, Joris Ivens, aquel holandés solidario con las más nobles causas, tanto registraría los bombardeos falangistas sobre la población campesina de Fuentedueña como también asistiría a los heridos.

Durante la década en que la juventud del planeta soñó tocar el cielo con las manos proliferaron experiencias de co producción  y co autoría entre documentalistas y documentados. Tanto el Grupo “Dziga Vertov”, fundado por Jean Luc Godard y Jean Pierre Gorin hacia el Mayo Francés, comparte registros con los obreros que ocupan la automotriz Renault, como el Grupo Cine Liberación de Argentina, fundado por Fernando Ezequiel Solanas y Octavio Getino, integra a sus filas trabajadores en resistencia contra el régimen de facto, así como trama junto al pueblo una vasta red de distribución clandestina de sus producciones.

Actualmente, tanto la mirada de superioridad – afortunadamente en menor medida – como la de horizontalidad y la de delegación de autoría en el protagonista social perduran y coexisten, de manera que ya no resulta infrecuente que este encuentre el modo de expresarse por sí mismo.

El noticiero como antecedente del documental

Como se expresara antes, ante la incontenible demanda de dispositivos tomavistas que sobrevino a aquella mítica primer función cinematográfica parisina celebrada el 28 de diciembre de 1895 en el Salón Hindú del Boulevard de Capuchinos, sus desprevenidos responsables resolvieron hacerse cargo del invento y ponerlo en valor enviando a sus camarógrafos a los más diversos confines del planeta a registrar variedades generalmente exóticas, que no tardaron en dar paso a los primeros testimonios de acontecimientos trascendentes de la vida político-cultural de entonces, preludiando así a los futuros noticieros cinematográficos, cuya matriz discursiva - hacia mediados del siglo pasado - tomaría como referencia la TV mundial, incorporando a continuación recursos propios del medio en ciernes. En nuestro país, entre 1920 y 1930 Cinematografía Valle y Cinematografía Max Glûksmann realizaron una inmensa producción de filmes documentales de propaganda institucional. Estas cintas – de las que hoy se conserva una pequeña parte – atesoran valiosas imágenes del mundo “real”, pedazos de historia viva de las que se nutre la iconografía nacional.

Impacto del modelo de exclusión sobre el imaginario social

Sabido es que la exclusión social constituye un fenómeno inherente al sistema capitalista que domina Occidente. En su obra canónica “Las venas abiertas de América Latina”, Eduardo Galeano escribió que “el desarrollo es una nave con más náufragos que tripulantes”. Pero desde la zozobra del socialismo real y la consolidación de la globalización imperial vigente, sus nocivos efectos se manifiestan de manera cada vez más evidente en el escenario de la vida cotidiana. Sobran ejemplos: En su ensayo “Escenas de la vida posmoderna” la socióloga Beatriz Sarlo sostiene que “Hoy, el Shopping opone a este paisaje del ‘centro’ su propuesta de cápsula espacial acondicionada por la estética del mercado”. Otro tanto expresa la gran proliferación de countrys y barrios privados, esa suerte de nuevos feudos donde una clase social pudiente se refugia de las consecuencias que en materia de seguridad produce el acceso desigual a la producción y el consumo. Acaso no exista correlato mediático más elocuente de lo que venimos describiendo que la sentencia “estás nominado”, condena contra los ineptos para la supervivencia en condiciones de salvaje competencia, decretada por los protagonistas de ese circo romano contemporáneo llamado “Gran Hermano”. De un tiempo a esta parte, novedosas lacras como el bulling suman a esta desalentadora muestra su cuota de desprecio y represalia contra el diferente y el débil. En relación al hecho que nos ocupa, resulta proverbial que en la mayoría de nuestros noticieros aún se propenda a la homogeneización icónica y verbal, aboliendo cualquier arquetipo étnico reñido con el aceptado como promedio urbano, así como todo acento originario de alguna región distante del centro del país. No es extraño, por ende, que cuando “los condenados de la tierra” consiguen eludir alguno de los condicionamientos propios del medio e imponerse con toda su crudeza, como lo ha venido haciendo en varias oportunidades Griselda González, madre de la asesinada Araceli Ramos, algo se desacomode en un ámbito acostumbrado a la espectacularización de las noticias.

Tensiones entre noticiero y documental

En su artículo “Mirando las noticias” el comunicólogo Oscar Landi escribía “Un telenoticioso es una secuencia agregativa de cuestiones que se van sucediendo generalmente sin un orden temático: la política nacional, curiosidades, el casamiento de una estrella internacional, los goles del campeonato italiano, un reportaje, la concentración por la crotoxina, el comentario financiero, el vía satélite de guerras desconocidas que no se sabe bien dónde quedan, cuándo empezaron, etc., una inundación, la reunión cumbre en Ginebra, declaraciones del Secretario General de la CGT, etc., etc. Es como si una noticia anulara a la otra en un discurso plano que depende del posible comentario que la acompañe o del énfasis en la lectura de la noticia“.

Constituye un lugar común en el análisis de medios diferenciar el pacto de lectura que demandan noticiero y documental (tanto cinematográfico como televisivo) Sólo anotaremos que, mientras el uno apela a la fragmentación informativa, el otro tiende a un abordaje holístico de los temas. En tanto el primero comunica con fugacidad, el segundo desarrolla un análisis. Si uno dispersa sus focos de atención, el otro los concentra. En consecuencia, generalmente el primero termina produciendo alienación mientras que el segundo se propone esclarecer.

En su libro “Quién te ha visto y quién TV”, el especialista Pablo Sirvén cita a un sonidista anónimo del noticiero Nuevediario, quien revela varios tips del quehacer: “Una de las premisas que debe reunir una nota de sensibilidad, llanto, tragedia, gritos, es mucha gente reunida alrededor de una cámara. Este es uno de los requisitos básicos. Además es muy fácil de lograr. La gente ve una cámara y se vuelve loca. Ponés una cámara en una esquina y enseguida tenés a treinta personas. Hay cuatro o cinco periodistas que saben remover todo muy bien y arman enseguida el despiole. Crean una especie de sicosis colectiva. Primero se mueven las cámaras sin filmar. Hay una situación equis de dolor. A alguien le han matado al hijo, o al hermano, por ejemplo. La pregunta básica es entonces quién pudo haber sido, dónde vive ¿Cómo es posible que ocurran cosas como estas? ¿Cómo permiten un asesinato así y no hacen nada? Una vez que logran la ‘calentada’ general, van a buscar al tipo. La escena se repite siempre; es el esquema. (…) Después en la isla se compagina todo y salen sólo los momentos culminantes. Por ejemplo, cuando se pelean la familia del asesinado con el presunto asesino”.

La socióloga boliviana Silvia Rivera Cusicanqui, en su reflexión sobre prácticas y discursos descolonizadores, agrega “Los discursos públicos se convirtieron en formas de no decir. Y este universo de significados y nociones no dichas, de creencias en la jerarquía racial y en la desigualdad inherente de los seres humanos, va incubándose en el sentido común, y estalla de vez en cuando, de modo catártico e irracional”. Si bien estamos habituados al anestesiamiento del dolor y a la subalternización recurrente de nuestro prójimo en desgracia, de tanto en tanto – como en este caso – aparece un otro incapaz de someterse al condicionamiento de la maquinaria informativa y nos hiere los oídos con un discurso sin mediación alguna, probablemente efímero, pero portador de verdades tan demoledoras como ineludibles: “Yo no necesito un sicólogo, necesito a mi hija”, “Vinader llamó a mi hija cinco veces, y le hacía promesas de trabajo, como… - cómo te puedo decir? - como las promesas que hace un diputado”, “Si no va con perpetua a una cárcel de alta seguridad, yo lo busco”. Este tipo de “accidentes” interpela el sentido común de una clase media capaz de aceptar el fin del mundo mientras ella sobreviva.-

JORGE FALCONE