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Acaso hallen algo interesante en él quienes mantienen un compromiso de vida con la justicia y con la belleza.

viernes, 1 de junio de 2012

Memorias pre digitales para fanáticos del cine independiente

AL SUR DE HOLLYWOOD SOÑANDO EN SÚPER 8

A Edward D. Wood Jr.,
a mis amigos de Farsa Producciones.


Prólogo

Aunque ustedes no lo crean, alguna vez este país fue una gran siesta. En ese entonces, la mayor parte de la gente acostumbraba a morír de causas naturales. La ciudad de La Plata, acaso por contar con un prestigioso complejo universitario, siempre se caracterizó por ser pródiga en actividad juvenil. Y los años 60 – ya se sabe – fueron el momento de la historia reciente en que muchos creímos tocar el cielo con solo ponernos en puntas de pie. Dicha circunstancia me encontró promediando el bachillerato especializado en dibujo artístico de la Escuela Superior de Bellas Artes, ámbito que en dicho contexto no dejaba de producir en serie guerrilleros y freaks. Antes de egresar hacia lo primero, cursé los seis años de secundaria haciendo honor a lo segundo. Supongo que estimulado por las frecuentes proyecciones hogareñas en 16mm con que me deleitaba mi padre, en noviembre de 1968 - ese año que bien podría resumir, si no el Siglo XX entero, al menos toda su década - adquirí una filmadora Súper 8 y comencé a registrar mis primeras experiencias cinematográficas, en el zoológico de la ciudad y en sucesivos viajes turísticos (Rosario, Mar del Plata,  Villa Gesell) Al cumplir los 15 años me ocurrieron dos cosas tan trascendentes… que han terminado por constituirme: Indigestado con relatos de Ray Bradbury, gané mi primer concurso literario escolar con el cuento fantástico  “Opus Dos”, y entrenado en la sala oscura de los cine clubes, abandoné la condición de espectador.

Acudí pues a mi amigo más antiguo, parejero en el hábito de ensayar métodos de elaboración fílmica para proyección casera, y completé después el núcleo duro de un bizarro grupo de cine en súper 8 convocando a los compañeros de curso más imaginativos e histriónicos, con los que además compartía un sentido del humor desacatado, que en el presente podría equipararse al de Diego Capussoto.

Los protagonistas primigenios de la experiencia que aquí se narra - enumerando personajes y destinos - fueron los siguientes:

Un simpático linyera                                                 Un atolondrado vampiro
que devino escritor                                                   que se hizo musulmán
                        

                    
Juan José Padula                                                   Xenón Herrera

Un científico loco                                Y un aprendiz de cineasta que hoy es…
que se volvió arquitecto                       un aprendiz de cineasta

Luis Forte                                                             Jorge Falcone

Pre Producción: Disputa por las ideas y los recursos de producción a La Hora de los Hornos

En la primavera de nuestra afición cinematográfica todo fue jolgorio. El primero que contó con una filmadora y un par de ideas factibles reclutó a los restantes. Tanta ciencia ficción victoriana antes de dormir, tanto horror gótico a cargo de la factoría Hammer Films, habían acumulado un desborde de propuestas que el potencial realizador que me propuse ser deseaba concretar cuanto antes. En esos tiempos de lego en el lenguaje audiovisual, hacer un guión consistía en mecanografiar una hoja oficio plasmando un relato medianamente interesante y desglosarlo luego en planos. Alguna vez esbozar unas viñetas, distantes aún de merecer el nombre de storyboard.

Registrar las primeras experiencias fue casi organizar un pic nic: Decretamos que los bosques del Parque Pereyra serían los de Transylvania, fabricamos una lápida de tergopol forrada en contact marmolado, hurtamos algo de maquillaje a nuestras madres, y acudimos a la cita de honor con una vocación irrefrenable. La fiesta nos supo a poco y al punto fuimos por más. Un registro que duplicó el tiempo del anterior culminó con el elenco en pleno refrescándose en una suerte de piletón donde apenas cabíamos. Nuestra gesta era demasiado hermosa como para prorrogarse indefinidamente de manera tan idílica en una latitud y un momento de la historia en que el entorno iba adquiriendo un tono grave.

Algunos adolescentes abandonan “la edad del pavo” antes que otros. Yo tardé demasiado. Un buen día, la mitad de aquellos colaboradores – que seguramente leyó El Capital antes que yo – me interpeló cuestionando en todo su derecho si nuestra filosofía de trabajo consistiría invariablemente en que, sólo por ser el propietario de la infraestructura de rodaje, iba a ser siempre yo el que aportara las ideas y dirigiera al resto como quien maneja los hilos de un puñado de marionetas. “Por supuesto!”; respondí desde una conciencia adormecida que prefería retenerme en la isla de Peter Pan, adonde ser feliz dependía de no crecer jamás. A la postre, qué carajo significaba aquello tan amenazante de la “socialización de los recursos de producción”? Pues no cedí ni un tranco de pollo. Y, como ocurre en los mercados con todo “ejército de reserva”, a la manera de un minúsculo capitalista… reemplacé a los inconformes de inmediato.

Advertirá el lector atento que la experiencia referida abarcó – en términos históricos – desde el Cordobazo hasta el retorno del General Perón. Por ende también podrá apreciar que los temas abordados fueron evolucionando inevitablemente, en consonancia con el contexto, desde la fantasía más delirante hasta el compromiso con el presente inmediato. Ahora que peino canas y cargo con un sobrepeso algo rebelde, que lo he perdido y recuperado todo un montón de veces, que he meditado el tema por décadas, puedo manifestar – a la vida y a aquellos entrañables compañeros de ruta – que ya no soy el mismo. Y que mis emprendimientos más trascendentes han sido invariablemente colectivos. 

Producción: Elenco todoterreno

Lo cierto es que por un lapso prolongado y luminoso de mi juventud tuve la impagable fortuna de poder materializar delirios en Súper 8, aquel formato adoptado durante la década del 60 por numerosos cine clubes, que remedaba las proporciones rectangulares  de la pantalla cinematográfica comercial. El resto consistió en reunir un banco de recursos prestados (ropa vieja de nuestros mayores, un trabuco naranjero, un caserón señorial del vecindario), alquilados (una túnica de franciscano), o comprados (una galera de hongo). Mi padre fue el entusiasta sponsor y estoico transportista hacia locaciones que fueron desde la catedral de Plaza Moreno a la República de los Niños. Paradojalmente, aquel imprescindible productor de nuestra imparable imaginería habría de hacerme una zancadilla que mi memoria ha archivado bajo el rótulo de “hay amores que matan”: Conteste de mi prematura y visible orientación vocacional, culminando el bachillerato me aconsejó que si deseaba hacer buenas películas debería ser un ducho explorador del alma humana. “Estudiá siquiatría”, fue su recomendación. Y yo por entonces no estaba en condiciones de discernir acerca de que la palabra del padre nunca debe tomarse como si fuera la de Dios. Acepté. Y dilapidé así el lapso exacto en que hubiera podido graduarme en la carrera de cinematografía poco antes de que mi vida, como la de tantos, fuera atravesada por un torrente de sangre compatriota. Pero como he resuelto privilegiar aquí aquel maravilloso viaje de ida que quedó allá en la otra orilla, he de arrojarle un salvavidas a la memoria del viejo: Ese tipo que alguna vez entró a mi habitación de estudiante y preguntó porqué una de sus paredes exhibía la imagen del astronauta John Glenn, recibiendo como respuesta “porque el hombre acaba de llegar a la luna”, y replicando “el hombre no, los norteamericanos”, leía con fruición mis guiones y aportaba en una dirección que en plena globalización pudiera resultar anacrónica, pero yo reivindico a pleno: “¿Porqué este personaje se llama Frank Steinwhay si su historia transcurre en nuestra latitud?”. Después de meditar sobre su señalamiento, bauticé al ermitaño de “La Campana” Juan Riglos. Algunos años después, jugué con mi hijo y un amigo a que integrábamos la Confederación Sudamericana del Espacio Sideral. Mi padre ya no estaba, pero seguía conmigo.

Post Producción: Des-esperar a Kodak, cortar y pegar

Culminado cada rodaje huía yo con un magazine, un par, o hasta media docena de ellos hacia la óptica Del Grosso ubicada sobre Diag. 74 y 10. Y dejando aquellos irrepetibles tesoros - filmados compulsivamente uno a uno -, iniciaba una insoportable cuenta regresiva a lo largo de la quincena que tardaba el revelado KodaColor o Ektachrome. ¡Qué remoto resulta en la era digital evocar que de aquellas imágenes - que sólo volverían a destino si la empresa en cuestión lo disponía - apenas quedaba un vago y siempre mejorado recuerdo en nuestra memoria! Y al fin… el milagro de comprobar que el resultado casi invariablemente era una precaria aproximación al originalmente concebido. Y pegar un rollo con otro si habíamos filmado en orden; o cortar, ordenar, y pegar una toma con la correspondiente, cuando empezamos a filmar como se debe, lijando la emulsión de un extremo para encimarla con otra en iguales condiciones y previamente untada con acetato, para ser finalmente prensada por una diminuta empalmadora, que casi nunca lograba evitar el salto provocado por la grifa de arrastre de la proyectora. El resto, decorar un estuche de plástico ilustrándolo en consonancia con el contenido. Y sorprender al cabo a parientes y amigos en vilo, celosamente privados de detalles hasta el momento de la exhibición.

Epílogo: Estreno hogareño y escolar

A riesgo de sonar ridículo, juro que me recuerdo relajándome con un baño de inmersión en la bañadera de loza de mi casa natal, y tomándome el tiempo para imaginar cuál sería la repercusión de nuestro nuevo producto en su público eventual. En incontables oportunidades cerré los ojos y me vi sentado en una silla de tijera que ostentaba mi nombre sobre el respaldo, soltando a través del megáfono la resuelta orden de “¡acción!”. Y vuelta luego a soñar en clase con nuevos proyectos garabateando al descuido la composición de un encuadre para proyectos que jamás concretamos, como la comedia fantástica “Las aventuras de Grundy Plot” o el thriller político “Proceso a Juan Pérez”. Nada me hacía suponer por entonces que semejante devoción por el invento de Lumiere, con el tiempo y los rigores de la época que me tocó en suerte protagonizar, habría de fijar su atención sobre la realidad, esa materia tan difícil de domar.

Aunque suene a verdad de perogrullo, supongo que el subdesarrollo subdesarrolla, y que  talentos como los que nos propusimos desplegar acaso hubieran obtenido mayor repercusión en un entorno más generoso. Pero considerarlo hoy resulta tan inconducente como preguntarnos porqué conocimos temprano a Billy The Kid y tarde a Juan Moreyra. De modo que  resulta más ecuánime con la experiencia descripta perpetuar el eco de cada aplauso recibido al cabo de las múltiples proyecciones realizadas en el salón de usos múltiples de nuestro colegio. Muy a pesar de que aquellos amados filmes fueran mudos. Y me tocara en suerte la ridícula faena de locutarlos en vivo.-

Anexo: Filmografía, sinopsis y fichas técnicas



  • Drágula. Ladrón de glóbulos rojos” (agosto 1969) Duración 5’

Sinopsis

Un desprevenido turista se aventura en la densidad de los montes Cárpatos (más precisamente la región de Transylvania) resultando asediado por un sediento vampiro que no acierta ni un solo ataque. Frustrado, el quiróptero humano se contentará bebiendo un pomelo Neuss.

Turista:                         Juan José Padula
Vampiro:                       Xenón Herrera
Asistente de dirección:   Alejandro De Sio
Guión y dirección:          Jorge Falcone


  • Drágula contra el Profesor Basura” (diciembre 1969) Duración 10’

      Sinopsis

      Un científico desequilibrado inventa una curiosa fórmula (el “Pennarelli”)
      capaz de transformar seres vivos en chupetines de paleta. Al punto
      intentará aplicarlo sobre un ser humano, dando en el bosque que rodea
      su mansión con Drágula, el más imbécil de los vampiros. A partir de
      entonces se suscitará un juego de persecuciones y enredos que
      involucrarán a un pobre pordiosero que vagaba por el lugar, al punto de
      llevarlo al borde de su cordura dado el despliegue de situaciones
      bizarras que habrá de presenciar.

      Profesor Basura:           Luis Forte (Le Comediant)
      Vampiro:                       Xenón Herrera
      Linyera:                        Juan José Padula
 Guión y dirección:          Jorge Falcone


  • Tal vez mañana” (mayo - julio 1970) Duración 30’
Sinopsis



      1) El Hombre Absurdo: Un curioso personaje ataviado como un clown
      recorre las calles de la ciudad haciendo favores a mujeres, niños y
      ancianos. Al caer la noche retorna agotado a su hogar, el taller del
      inventor Serafín Blup, quien ha creado a Marvin dotándolo de todos los
      valores que la sociedad olvidó, y le dará cuerda para afrontar al día
      siguiente una jornada más.

      Marvin:                           Juan José Padula
      Niño:                              Daniel Rodríguez
      Serafín Blup:                   Luis Forte (Le Comediant)
      Robot:                            Xenón Herrera
      Guión y dirección:            Jorge Falcone


                                  
 
           2) El cambio de Miguel: Miguel Penner, un sujeto pusilánime y
           sometido en el hogar por su mujer tanto como en el trabajo por su jefe    
           ha de recibir durante un tranquilo día de pesca la visita de un
           extraterrestre que lo dotará de autoestima y convicción para transcurrir
           la vida con mayor dignidad.

           Miguel Penner:              Luis Forte (Le Comediant) 
           Esposa:                        Liliana Bozzolo
           Jefe:                             Juan José Padula
           Alienígena:                    Juan José Ainaris
             Guión y dirección:          Jorge Falcone

     
  

           3) La Campana: El ermitaño Juan Riglos despierta sobresaltado ante
           los temblores que padece la cabaña que habita en medio del bosque.
           Munido de un viejo trabuco, procura descifrar el origen de semejantes
           estremecimientos descubriendo que ahora su hábitat cuenta con un
           límite de cristal. Ya que ha sido capturado durante la noche por
           alienígenas de enormes dimensiones que lo guardan como
           entretenimiento para sus hijos.

           Juan Riglos:                   Xenón Herrera
           Niño gigante:                  Carlitos Lozano
           Guión y dirección:           Jorge Falcone



  


   

        
  • Sabath. Día de la maldad” (diciembre 1970 - enero 1971) Duración 20’

Sinopsis

     A mediados del siglo XIX europeo, el investigador de fenómenos
     sobrenaturales Collin de Planci recibe la misteriosa convocatoria a
     debatirlos con el Marqués Garnak. A poco de acudir a aquella cita habrá
     de descubrir que su anfitrión es el mismo demonio, debiendo conjurarlo
     mediante el talismán que le obsequiara un viejo sabio que cruzó en su
     camino.

     Collin de Planci:             Juan José Padula
     Marqués Garnak:           Xenón Herrera
     Askard:                         Juan José Ainaris
     Viejo sabio:                    Luis Forte (Le Comediant) 
     Guión y dirección:          Jorge Falcone


  • Los Buitres” (setiembre 1971 – enero 1972) Duración 20’

Sinopsis

           Una denuncia telefónica anónima conduce a un detective y a un
           periodista a seguir el rastro de una sucesión de ejecuciones sumarias
           que conducen al corazón de una organización neo nazi conducida por
           un ex jerarca alemán llamado Kaffman. Al cabo de un prolijo seguimiento
           conseguirán que el criminal caiga en su propia trampa, desbaratándole
           los planes.

           Herr Kaffman:                 Claudio Rumi
           Secuaces:                      Fernando y Gustavo Ricciardi
           Ahorcado:                       Bocha Sosa
           Confidente:                     Raúl Bongiorno
           Detective:                       Hugo Piccone
           Periodista:                      Juan José Padula
           Guión y dirección:           Jorge Falcone



                          
            
   


  • Conciencia” (julio – agosto 1972) Duración 20’

Sinopsis

           Un humilde tornero fresador agobiado por la carestía de la vida
           abandona su faena cotidiana para meditar acerca de la opresión que
           padece, llegando a la conclusión - después de ser testigo de una
           sucesión de circunstancias emblemáticas - de que vive en una factoría
           sin autonomía alguna. En un arrebato de locura, destruye la vidriera de
           una gran juguetería haciéndose con un revólver de plástico de industria
           nacional. El dueño del local lo perseguirá fuera de sí, sin advertir que el
           hombre esgrime un arma falsa, y abrirá fuego con una de verdad.

           Tornero:                           Raúl Bongiorno
           Millonario:                         Luis López Comendador
           Comerciante:                    Juan José Padula
           Guión y dirección:             Jorge Falcone


La experiencia en cuestión sólo se conserva en la memoria de sus protagonistas, y en las precarias fotos - tomadas directamente de la pantalla - que ilustran esta nota, ya que todas las películas Súper 8 aquí consignadas fueron incautadas en mi casa natal de La Plata por un Grupo de Tareas dependiente del 1er Cuerpo de Ejército entre enero y febrero de 1978 y proyectadas a mis padres en el Centro de Detención Clandestino El Banco (sito en adyacencias de Avda. Riccieri, camino a Ezeiza) a fin de averiguar quiénes eran mis “cómplices”. Por razones políticas ajenas a esta circunstancia, dos participantes de la misma – Alejandro De Sio y Luis López Comendador – hoy integran la lista de 30.000 detenidos-desaparecidos durante la última dictadura.-

JORGE FALCONE